martes, 2 de mayo de 2017

La reencarnación de las hermanas Pollock

El 5 de mayo de 1957, en la localidad de Whitley-Bay (Reino Unido), la familia Pollack salió de su casa para acudir como todos los domingos para celebrar la misa del mediodía en la iglesia del pueblo. Las dos hijas pequeñas, Joanna y Jacqueline Pollock, de once y seis años, se adelantaron para llegar antes a la iglesia, y al doblar la esquina de la calle y cruzar imprudentemente, se encontraron de frente con un vehículo que las atropelló, matándolas instantáneamente.

Gemelas Pollock
Un año después del fatal accidente, los Pollock fueron nuevamente padres. En esta ocasión, de dos gemelas, Gillian y Jennifer, que nacieron el 4 de octubre de 1958 con 10 minutos de diferencia.
Cuando las niñas cumplieron tres años empezaron a recordar diferentes sucesos de la vida de sus dos hermanas fallecidas.
Gillian recordaba la vida de su hermana Joanna, fallecida a los once años, mientras que Jennifer recordaba la de Jacqueline, de seis.
Conocían a la perfección cada rincón de su casa, sus hábitos y costumbres eran idénticos a los de sus hermanas. Incluso tenían marcas en el cuerpo que coincidían con las de sus dos hermanas: Jennifer tenía unas pequeñas marcas en la nariz, casualmente en el mismo lugar en que Jacqueline, y Gillian tenía un lunar en el costado izquierdo de la cintura, la misma marca que tenía Joanna.

En una ocasión, las niñas encontraron en un desván las muñecas con las que solían jugar sus hermanas fallecidas y no sólo sabían a quien pertenecía cada una, sino que también conocían los nombres que éstas les habían dado.

Lo sorprendente fue cuando en una ocasión, sus padres, las oyeron hablar sobre el accidente que arrebató la vida de sus hermanas, describiendo sensaciones como el recuerdo de la sangre brotando desde su narices y bocas: “No quiero que me vuelva a pasar. Fue horrible, mis manos estaban llenas de sangre, igual que mi nariz y mi boca. No podía respirar”, dijo Jennifer, a lo que su hermana Gillian replicó: “No me lo recuerdes, parecías un monstruo y algo rojo salió de tu cabeza”. Las niñas, además, demostraban tener una fobia absoluta a los vehículos.

Sin embargo, al cumplir los cinco años (la misma edad en la que los científicos coinciden en señalar como uno de los umbrales para recordar vidas pasadas) las niñas dejaron de experimentar estos extraños comportamientos y comenzaron a llevar una vida normal.

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